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El suminagashi es el antecedente japonés del marmoleado.
Se puede traducir literalmente como “tinta negra que flota”.
En la pasada feria de Leiden, Aaldert, de la firma Boektotaal,
realizó una demostración de esta técnica.
Los preparativos se hicieron directamente ante el público,
con unos medios espectaculares.
Hay que preparar la tinta minuciosamente
para que pueda flotar perfectamente sobre una cubeta de agua pura
sin ningún aditivo.
Cuando todo está listo,
mediante dos pinceles,
uno cargado con la tinta
y el otro con una sustancia dispersora,
se va depositando una gota de cada pincel
sobre la superficie del agua,
y al final la cubeta quedará llena de círculos concéntricos
que se habrán formado por la alternancia de los dos
elementos.
En ese momento puede intervenir el aire,
que nos ayudará si tenemos un abanico a mano,
y que acabará formando un diseño diferente cada vez.
Un dibujo único y original en cada papel.
Aunque tengo que decir que a Aaldert no le gusta lo del abanico y
no lo utilizó en su demostración.
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El suminagashi más tradicional se hacía con tinta negra,
pero posteriormente se añadieron la tinta azul y la roja.
El papel que abre este artículo,
procedente de la colección del doctor Sidney Berger, en Boston,
es un buen ejemplo y servirá para ver claramente
el aspecto que presentan estos papeles.
Existen documentos datados en el siglo XII
con caligrafía ejecutada con suminagashi de fondo
por lo que se estima que es una técnica probablemente milenaria.
La escena de arriba es la sutra XII
del
Semmen Koshakyo.
Me gusta tanto que pedí a mi hermana Adela
que me hiciera una copia al óleo en una tabla,
ésta que tengo en mi despacho
y así la puedo disfrutar a diario.
Lo tiene todo…
la forma de abanico,
la caligrafía,
la miniatura,
y el suminagashi.
Fijaos como el pintor respetó el fondo de suminagashi
y dibujó la figura de la izquierda en dos partes.
Hoy día el suminagashi se conoce en todo el mundo y
la lista de artistas que lo utilizan
y lo transforman es interminable.
Este árbol es una de las composiciones más características
de Milena Hughes.
No hay más que verlo para saber que es suyo.
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Alguna vez he intentado hacer suminagashi,
y si me ha salido algo ha sido por casualidad.
Este papel me recuerda “La gran ola” de Hiroshigue,
uno de los artistas del Ukiyo-e,
las famosas estampas japonesas del periodo Edo.
Solo que a mi abanico se le ocurrió
mudar el sagrado monte Fuji
en una especie de oso polar.
Y esto me lleva a donde yo quería.
El otro día tecleé en el buscador de google, en imágenes:
“Harunobu”.
Otro artista del mismo periodo:
Suzuki Harunobu (c. 1724-1770)
¿Sabéis lo que pasó?
Que la tercera imagen que apareció en mi ordenador fue ésta:
“El gran simio”
Una interpretación cómica,
digo yo,
de cómo ve este artista las relaciones de pareja.
Vamos… de quien lleva los pantalones en casa.
Es un grabado y el suminagashi se ha impreso en un bloque de madera,
igual que el resto del dibujo.
No es verdadero suminagashi,
es una evocación del mismo que no indica otra cosa
que el respeto del artista hacia la venerable tradición,
el mismo sentimiento del miniaturista del abanico.
Harunobu no hizo algo así una sola vez.
Lo repitió en otro grabado,
“Kanzan y Jittoku”
dos monjes que estudian una carta de amor,
unos personajes burlescos de la época de la dinastía Tang (618-907).
Conocía este grabado desde hace mucho tiempo,
incluso lo vi el año pasado en Barcelona,
en una exposición sobre el Ukiyo-e en la Pedrera,
el edificio de Gaudí,
porque en Barcelona los placeres siempre vienen de dos en dos…
como mínimo.
La sorpresa me la llevé el otro día al encontrar “El gran simio” por primera vez.
Sabía que Harunobu también había utilizado un fondo suminagashi en ese grabado,
y una subasta me permitió verlo al fin.
Ahora podéis disfrutar de la parejita de grabados a la vez.
Algo que a mí ha costado mucho tiempo y suerte lograr.
Y si os hacéis un lío con la palabra japonesa
os puedo recomendar un atajo.
Pronunciarlo como lo hacen todas las personas
que oyen hablar del suminagashi por primera vez:
s u m i … Q U É?